
El Juego de los Embustes
Una comedia al más puro estilo clásico donde nadie es quien dice ser y todos quieren ser quienes no son. ¿Te animas a jugar?
El Juego de los Embustes es una farsa y a veces un vodevil y, sin duda es, una comedia de engaños y de enredos; obra en verso ambientada en la pompa del siglo XVIII, amores y desamores, esgrima con floretes, vestuario de época, bailes y canciones, líos y más líos de Condesas, Criadas y libertinas, de Lacayos, Señores y truhanes que con lujo de detalles dan rienda suelta con ironía y picardía al engaño, la mentira, la traición, y ¿cómo no?, al amor que no puede vivir, pues ¿qué falta por morir, si es amor toda la vida?
La crítica dice:
El Juego de los Embustes es una experiencia enriquecedora, alborozada, donde el regocijo de la música se mistura con la humana parodia y los picarescos diálogos. Una metáfora sobre la apariencia y la realidad. Una propuesta fresca e innovadora, homenaje nada encubierto a los diversos senderos de la comedia, que nos ofrece la posibilidad de convertir la vida en una chacona.
A la vida, vidita bona.
Vida, vámonos a chacona
Entretantomagazine – Francisco Collado

La comedia, escrita en verso y ambientada en la exuberancia del siglo XVIII, ilustra la metáfora sobre la apariencia y la realidad de siempre -la picaresca mundana del ayer y del presente que acontece en medio de enredos del fingido amor, con engaños, traiciones e intereses- inspirados, por una parte, en los estilos de las obras satíricas de la comedia francesa de Molière y de las obras amables de la comedia italiana de Goldoni (rozando el nervio de la «Commedia dell’Arte«) y, por otra, en el espíritu de la mejor obra versificada y caricaturesca de Muñoz Seca («La venganza de Don Mendo«) o, si se quiere, en el espíritu del género humorístico británico del «nonsense» y el teatro de Gilbert y Sullivan, con sus retruécanos, equívocos y deformaciones cómicas del lenguaje. Todo ello perfectamente combinado y desplegado en singular recorrido de escenas lúdicas de fino humor e ironía.
Artezblai – José Manuel Villafaina

Cuando el fin es lícito, ¿lo son los medios también cuales fueren a nuestro alcance…?, el poder, la gloria, el dinero, la mitad del pastel a cambio de lo que sea menester llegado el caso y el momento, fingido amor, desmedida pasión, unos bombones y un jamón, el abrazo del perdón, la retórica súplica de Don Perdo abrazándose al biombo de la condesa, o de las condesas, o de las sirvientas, caviar y champán, lo que haga falta y más, y evite el naufragio y el escarnio aun perdido el honor mas no el impulso de la huida hacia adelante con engaños y requiebros, al hombro el capote tomando el sendero propicio que satisfaga sus últimos deseos de arbitrio, gananciales y jaraneo; todo ello es, haciendo un vago y sutil esfuerzo de extrapolación, una imagen cómica de lo que acontece -ladina, y a veces descaradamente-, en nuestra ferviente realidad, en lo que se refiere a las formas en que se consiguen y se alcanzan ciertos objetivos y privilegios…
El juego de los embustes, -texto original ambientado en el glamour del clasicismo- más allá de las metáforas del autor, es un fino divertimento de lenguaje fresco y elocuente que combina la picardía y la picaresca, y es, a mi juicio, en cierto modo, un panegírico a la comedia que transita sus estilos descubriéndose en una sátira, en otra vuelta de tuerca inesperada en una farsa, una parodia, un vodevil, una vuelta a otros tiempos y otras clases para darse de narices con el presente arte de embaucar y embarcarse allá donde más convenga; otras clases, sin duda, las de hoy en día, mas compartiendo sus mismos anhelos -aunque digitalmente disfrazados- y un mismo sistema nervioso que no ha cambiado.
La comedia dispone de sus íntimos canales, de sus propios conductos y salvoconductos con los que viaja en el tiempo y el espacio de la imaginación con el único fin de hacer disfrutar al público, y tal vez, en el camino, dejar la semilla de síntomas, de temblores, de pequeñas verdades, resueltas en el trance que nos ocupa, a ritmo de virginal y de zanfoña, de guitarra y de pandero, de estoques y de floretes al libre volar del verso julandrino-malandrino que marca la pausa y el desenfreno de la perla y el diamante que vos, Condesa, me inspiraste una cálida y apacible noche de verano.
Nota del autor
Jesús Lozano